Aquí está el error básico: nunca soy yo contra el otro. Toda la lucha humana depende de esta creencia errónea.
Cegado por el miedo
6 La dolorosa situación de desear y temer la cercanía
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Todos nos sentamos sobre un montón de riquezas internas y no las ofrecemos a la vida. A menudo, no estamos completamente seguros de cuáles son nuestros activos.
Todos nos sentamos sobre un montón de riquezas internas y no las ofrecemos a la vida. A menudo, no estamos completamente seguros de cuáles son nuestros activos.

Nuestra mayor lucha en la vida es el tira y afloja que enfrentamos entre nuestro deseo de superar nuestra soledad y aislamiento, y nuestro miedo simultáneo de tener un contacto cercano e íntimo con otra persona. A menudo, estos son igualmente fuertes, desgarrándonos por dentro y creando una tremenda tensión.

El dolor de sentirnos aislados siempre nos empuja a tratar de escapar de él acercándonos más a alguien. Si tales intentos parecen estar llegando a alguna parte, nuestro miedo a la cercanía estallará y nos hará retroceder nuevamente y alejar al otro. Y así el ciclo sigue con las personas, primero erigiendo barreras infranqueables entre nosotros y los demás, y luego derribándolas.

Si caminamos por un camino espiritual de autorrealización, tarde o temprano veremos la situación en la que nos encontramos. Porque cada desarmonía, perturbación y fragmento de sufrimiento que descubrimos tiene el mismo común denominador simple: nuestra lucha y temiendo la cercanía. Y es nuestra insistencia en aferrarnos a ambos sentimientos lo que crea las barreras que nos mantienen separados.

Nuestras relaciones con otras personas solo irán bien cuando estemos motivados por nuestro yo más íntimo. Porque nuestro intelecto y nuestra voluntad por sí solos no pueden navegar por el delicado equilibrio de permitir nuestra propia autoexpresión y al mismo tiempo recibir la autoexpresión de los demás. No hay ninguna regla que podamos hacer para gestionar el ritmo del intercambio mutuo. Y nuestros cerebros externos están fuera de su liga aquí.

La mente del ego tampoco está equipada para negociar el delicado equilibrio necesario entre afirmarnos a nosotros mismos y permitir que otros se afirmen, entre dar y recibir, entre ser activo y ser pasivo. Y no hay fórmulas sencillas en las que podamos apoyarnos. Esto no significa que nuestro intelecto externo no tenga valor. Es un instrumento que piensa mecánicamente, toma decisiones y determina reglas y leyes. Pero por sí solo, no tiene el sentido intuitivo o la flexibilidad necesaria para afrontar cada momento tal como viene. No tiene la capacidad de responder adecuadamente. Para eso, necesitamos aprovechar el núcleo de nuestro ser y activar nuestro centro de comando interno que responde dinámicamente. Entonces, y solo entonces, nuestra relación con otra persona puede ser espontánea y satisfactoria para ambos.

Escuche y aprenda más.

Cegado por el miedo: Perspectivas de la guía Pathwork® sobre cómo enfrentar nuestros miedos

Leer: El doloroso apuro del deseo y el temor de la cercanía

Cegado por el miedo: Perspectivas de la guía Pathwork® sobre cómo enfrentar nuestros miedos