El Ley de la autorresponsabilidad nos impone la responsabilidad de resolver nuestros propios problemas, sean los que sean. Elimina la creencia de que de alguna manera hemos sido derrotados: por nuestra infancia, por otras personas o por la vida. También borra cualquier noción infantil restante de que, para que seamos felices, debemos ser el rey de la colina. Porque la ilusión de que somos víctimas pasivas es tan poco realista como la noción de que somos gobernantes omnipotentes.
Paradójicamente, tan pronto como aceptemos nuestras propias limitaciones y las formas en que nuestras deficiencias contribuyen a nuestras experiencias de vida insatisfactorias, descubriremos el impulso de poder que necesitamos para transformar nuestras vidas en algo más significativo. También comenzaremos a ver que otros también tienen limitaciones. Y que es la combinación entrelazada de nuestras fallas lo que co-crea nuestros conflictos.
Aceptar la responsabilidad de uno mismo es entonces la forma de eliminar la autocompasión y superar la resignación. Nos ayuda a ir más allá de la resistencia interminable y a deshacer los resentimientos ardientes contra las injusticias de la vida. También es la forma de dejar de insistir en los casos que hemos construido contra otros. Porque ese es un juego del Yo Inferior que jugamos y que debe terminar.
Por el contrario, si rechazamos la responsabilidad propia, nos quedaremos estancados en la dependencia de los demás. Y el subproducto de esto es sentirse indefenso e impotente. Esto inevitablemente conduce a resentimientos porque no es posible que otros cumplan con todas nuestras expectativas. Viviremos con miedo de "nunca lo conseguiremos". En consecuencia, nos defendemos innecesariamente. Esto nos aleja aún más de la fuente de vida que vive dentro de nosotros.
Mientras tanto, seguimos ignorando deliberadamente cómo somos nosotros los que estamos creando un estado tan miserable para nosotros mismos. Hacemos esto porque nos conviene más seguir culpando a otros por nuestra miserable suerte en la vida y esperando una salvación que nunca llegará.
Hablando de salvación, seamos claros, Cristo hizo (y hace) muchísimo por nosotros. Pero no tiene sentido que Cristo haya muerto en la cruz por los pecados de otra persona. No, si hemos cometido un pecado, desviándonos de las leyes espirituales usando nuestro propio libre albedrío dado por Dios, entonces somos nosotros los que tenemos que corregirlo. Nadie más puede ni debe hacer nuestro trabajo por nosotros.
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