Solo podemos ser afectados por las malas acciones de los demás si hay algo en nosotros que responda. Somos como diapasones que solo zumban cuando la nota que toca a nuestro lado resuena con algo dentro de nosotros. Esto significa que los pensamientos y sentimientos negativos que surgen de los demás solo agitarán las áreas correspondientes en nosotros donde albergamos nuestras propias distorsiones.
Asimismo, esto explica por qué lo que estemos pensando y sintiendo puede ser tan contagioso para crear actitudes similares en los demás. Y no importa si nuestra actitud es consciente o inconsciente. Todavía estamos anotando lo que otros suelen aprender. La ley espiritual que gobierna esto se llama la Ley de afinidad, que se relaciona con la atracción de cosas similares y la repulsión de cosas diferentes.
Entonces, de hecho, es un nombre inapropiado creer que podemos llegar a sufrir daños por algún destino arbitrario o debido a la crueldad, el egoísmo o la ignorancia de los demás. Cualquier temor de que esto sea así es pura ilusión. No somos víctimas de otras personas, y ningún daño puede surgir en nuestro camino si no somos autoproductores.
Ésta es una de las mejores razones para emprender un camino espiritual: obtener la libertad personal de las cadenas de nuestras distorsiones internas. Porque cuando no nos hacemos responsables de nuestros propios problemas, nos encerramos en cadenas. Y luego afirmamos que alguien más tiene la llave. Así es como cortamos nuestra propia libertad.
Lo que debemos darnos cuenta es que hay un precio justo y natural que debemos pagar por la libertad. Es responsabilidad propia. Y cuanto más lo evitemos, mayor será el número de víctimas. Además, mientras neguemos nuestra propia culpabilidad, permaneceremos encerrados en nuestros miedos.
Así que no necesitamos luchar para que nadie más sea perfecto. Por ahora sabemos que sus imperfecciones no pueden hacernos daño. Además, no hay influencia del exterior que pueda causar una mayor distorsión en nosotros. Esta es una de nuestras creencias más grandes y equivocadas. La verdad es que ya estábamos bastante distorsionados antes de que apareciera alguna otra persona egoísta o ignorante.
Es nuestro deseo de eludir la responsabilidad propia lo que resulta en nuestra falta de comprensión, nuestro discernimiento desigual y nuestra incapacidad para sopesar lo bueno de lo malo. Así que son nuestros intentos de escapar y engañarnos a nosotros mismos los que nos mantienen estancados.
¿La solución? Siempre debemos mirar hacia adentro. Porque si no estamos dispuestos a crecer y convertirnos en adultos maduros, seremos presa de los temores de cómo los comportamientos dañinos de otros pueden dañarnos. Más allá de esto, si nuestro objetivo es alcanzar y afectar el núcleo de otra persona, debemos actuar y reaccionar desde nuestro verdadero yo. Entonces, tal resonancia puede ocurrir tanto si la otra persona está trabajando en un camino espiritual como si no.
Entonces, la única salvaguarda verdadera proviene de descubrir la falsedad dentro de nosotros mismos y renunciar a nuestra dependencia de que otros hagan lo correcto. Ese es el boleto para liberarnos de los efectos de las malas acciones de otras personas. Debemos liberarnos de nuestras propias ilusiones y pensamientos erróneos. Porque si estamos libres de nuestros propios errores internos, los males de los demás no nos afectarán.
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