Los dos principios fundamentales de lo masculino y lo femenino son esenciales para que se lleve a cabo el proceso creativo. Lo masculino tiene la fuerza de activación que "hace que suceda"; lo femenino sostiene el principio de apartarse del camino y "dejar que suceda". Ambos están siempre presentes cuando se crea algo en el universo. Literalmente cualquier cosa y todo. Está ahí cuando un agricultor pone una semilla en el suelo, la riega y la maleza a su alrededor (activación). Y luego el agricultor lo deja solo para que pueda crecer (dejarlo estar). Incluso estas leyes espirituales de la vida se han basado en estas dos fuerzas para surgir.
Las leyes espirituales también gobiernan los dos movimientos fundamentales de la disciplina y el dejar ir. En su estado saludable, podríamos llamarlos los prototipos de masculinidad y feminidad. Y aunque ambos existen tanto en hombres como en mujeres, llegamos a ellos desde diferentes direcciones.
Entonces, ¿qué sucede cuando un hombre no asume la responsabilidad apropiada necesaria para su trabajo o sus deberes diarios? ¿Aún más significativo, por sus sentimientos? Quizás teme que esto le cause una carga demasiado pesada. Pero al mismo tiempo se pesa más y se separa de todo lo que su alma desea profundamente. Pero cuando asume la plena responsabilidad de todos los aspectos de su vida, con todo lo que ello conlleva, puede soltarse con seguridad. Al encontrarse a sí mismo, es capaz de perderse.
¿Qué sucede cuando una mujer se niega a entregarse y permitir la aparente impotencia que esto implica? Quizás luego intente controlar de una manera malsana y artificial. Como resultado, ella se vuelve más indefensa. Al mismo tiempo, se aísla y renuncia a lo que debe ser su destino. Pero cuando no deja que su orgullo, miedo y voluntad propia se interpongan en su camino y la hagan luchar contra su destino, gana fuerza. Porque encuentra su sentido de seguridad dentro de sí misma. Al perderse a sí misma, es capaz de encontrarse a sí misma.
Entonces, donde un hombre se pierde a sí mismo al encontrarse a sí mismo, una mujer se encuentra a sí misma al perderse a sí misma. ¡Estas dos fuerzas motivadoras son lo mismo! Si miramos de cerca, descubriremos que, en un sentido amplio, toda ley divina contiene estos dos principios: el masculino y el femenino, o la disciplina y el dejar ir. Se complementan y conviven en todos los aspectos de la vida.
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